Eco Saboteador #1: El Gato Wilhelm, Hannover (Alemania) 2016

Por Sabina Eichmann, profesora del curso “Hello África” de Slow Fashion Next y editora del blog sostenible Consciously Sartorial.

Imagen de portada: Pantone azul

Como para muchos aficionados de los textiles sostenibles, las antiguas técnicas de tintura  de azul índigo despertaron también un gran interés en Hildegard (62).

Consciente de que le hacía falta un nuevo hobby para distraerse de la repentina pérdida de su querido perro Charly, decidió a apuntarse a una Masterclass impartida por los dos grandes maestros del arte en cuestión, Masakazu Akiyama (Japón) y Aboubakar Fofana (Mali) en la prestigiosa escuela berlinesa ESMOD.

Hildegard estaba fascinada con estos dos hombres, ambos, artistas reconocidos por continuar el arte textil de su región y en el caso de Akiyama también de su tradición paterna. Curiosamente había también muchas similitudes entre los tradiciones de los dos países. Mientras que los Malienses rezaran al dios del índigo, los Japoneses le ofrecían sake por cada tina nueva. Fofana era un viejo alumno de Akiyama, al que ayudó a refinar su técnica natural de teñir, antes de que colaborar juntos para este curso.

Obviamente esta nueva aventura no venía sin sacrificios, Hildegard tuvo que dar la espalda tanto a su profesora de Reiki, como a sus clases de cocina macrobiótica, para permitirse su participación.

Sin embargo todo el esfuerzo mereció la pena. Hildegard regresó a Hannover con una maleta llena de materiales curiosos para su propio taller casero y la ilusión de una niña pequeña. De Fofana había aprendido todo sobre el antiguo proceso de fermentar hojas de índigo en tinas para obtener tintes, mientras que de Akiyama sus minuciosas técnicas de shibori para coser telas o enlazar pequeñas piedras para crear los motivos más impresionantes.

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Hildegard (dcha.) en el acto de final del curso con Masakazu Akiyama (centro) y Aboubakar Fofana (izq.).

Después de una larga semana fantaseando con los diseños shibori que quería crear, llego por fin el sábado. Hildegard fue la primera clienta en cruzar la puerta de la tienda local de bricolaje para comprar las últimas herramientas de su laboratorio.

Una vez en casa, se puso manos a la obra en su terraza, preparando cuidadosamente las tinas y telas según las estrictas instrucciones de los dos maestros.

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Hildegard preparando sus telas de algodón ecológico de Provenza

Cansada, pero feliz con una taza de Yogi Tea en la mano, Hildegard esperó el gran momento de sumergir sus preciosas telas en la sopa azul que estaba reposando a su lado. Como rezaba la etiqueta de su té: la paciencia es tu virtud mas noble.

A las 13.25 llego por fin el gran momento según su Fairphone, y Hildegard se fue corriendo a la cocina en búsqueda de sus guantes. Todo tendría que haber salido perfecto, de no ser por la insaciable curiosidad de Wilhelm, el gato persa de su vecina Elfriede.

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Paloma

Mientras que Hildegard estaba buscando sus guantes, Wilhelm se lanzó hacia una vieja paloma que reposaba en el borde de la tina llena del espléndido índigo.

Desgraciadamente Wilhelm erró el cálculo y en vez de saltar sobre la tina y capturar a la paloma, se precipitó sobre ésta y el objeto de su deseo escapó volando.

Alertada por el gran chapoteo que produjo Wilhelm, Hildegard corrió a la terraza y se encontró con el gato creando un pequeño tsunami tratando de salir del baño azul en el que estaba atrapado.

Después de una violenta lucha con el furioso Wilhelm, que dejó a la pobre Hildegard manchada de índigo y sus brazos y manos llenos de arañazos, consiguió sacar al gato de la tina.

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Gato azul

Agotada e irritada, por decirlo suavemente (ella era más de perros), Hildegard se llevó al gruñón de Wilhelm a su baño. Una rápida búsqueda en internet le informó de que su caso (decolorar un gato azul…) no era demasiado común, aparte del gato del gran maestro de shibori, Motohiko Katano de Nagoya (Japón), que también se las arregló para interferir en el trabajo de su dueño en 1911, no había ningún otro episodio documentado por el estilo.

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真の青 (“azul verdadero”), el gato del gran Maestro Japonés Motohiko Katano (Nagoya, 1911)

Al parecer, hacer repetidos baños de vinagre de manzana ecológica era el mejor remedio natural y funcionó de alguna manera al principio, aunque Wilhelm nadaba con desgana y con cara de profundo odio en la bañera de Hildegard. Por lo menos Elfriede seguiría de vacaciones en México hasta la semana siguiente, lo cual suponía un momentáneo respiro para Hildegard.

Dos horas más tarde, el pelo de Wilhelm se aclaro bastante, pero estaba obviamente lejísimo de su gris claro habitual. Así que se decidió a realizar una visita a emergencias del hospital veterinario, confirmando que no había más remedio que esperar unas tres o cuatro semanas hasta que Wilhelm volviera a ser el Wilhelm de siempre. –¡¿Tres semanas?! Exclamó horrorizada Hildegrad – ¡Elfriede me matara!

Después de consultar a su amiga Luise, Hildegard encontró el coraje para afrontar la situación y concertar con Elfriede una llamada por Skype para esa misma noche a través de un Whatsapp.

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Cancún, a las 17.03 (hora local)

Como era de esperar, Elfriede casi se le cae el burrito de la boca cuando vio a Wilhelm completamente azul en la pantalla de su iPad. Lo que siguió fueron una avalancha de insultos y reproches tras lo que la furiosa Elfriede terminó la llamada y desapareció de la pantalla.

Al sábado siguiente, Hildegard abrió ansiosamente la puerta para devolver el pequeño saboteador azul a su dueña, y ésta cogió su gato ofendida y se dio media vuelta sin mediar palabra.

Irritada y con ganas de olvidarse del dichoso asunto, Hildegard se dejó caer en el sofá, pensando que no podía haber salido nada peor al embarcarse en esta aventura. No sólo el maldito gato y su casa le recordaban constantemente el daño causado, sino que además su vecina favorita se convirtió en su peor enemiga.

Las semanas pasaron y mientras las dos mujeres se evitaban a toda costa, Wilhelm por lo menos bajo de tono de azul a un Pantone 15-3919 o Serenity, que según la hija de Hildegard era lo más esta temporada (Vogue Alemana, Marzo 2016).

Finalmente dos meses más tarde Hildegard invitó a su vecina a tomar un té en su jardín. Había mucha tensión entre las dos al principio, pero cuando empezaron a hablar de sus bonsáis, la atmosfera se relajó un poco.

Así que Hildegard le entregó a Elfriede una pequeña sorpresa en forma de un sobre. Elfriede lo abrió y encuentró la ultima revista de la DVG o Deutsche Veterinärmedizinische Gesellschaft (La Asociación Alemana de Medicina Veterinaria) y, ¿adivina quién estaba en la portada? ¡Ni más ni menos que su querido Wilhelm!

Elfriede miró a Hildegard con una lágrima en el ojo derecho y Hildegard la animó a abrir la revista en la pagina 25, donde empezaba un extenso reportaje de tres páginas sobre su gato, bajo el título de: “Caso Extraordinario del Mes”.

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La entrada al Congreso de la Deutsche Veterinärmedizinische Gesellschaft DVG

Pero eso no era todo, entre las últimas dos páginas había una invitación de la Asociación para Elfriede y Wilhelm al próximo congreso de la DVG en Giessen para el siguiente fin de semana. Elfriede se sintió emocionada y se levantó a dar un fuerte abrazo a su vecina, –¿vendrías conmigo?, preguntó a Hildegard emocionada, –¡claro que si!, le respondió.

Después de confirmar su asistencia, las dos mujeres pasaron la tarde organizando su viaje por internet y el sábado siguiente, el tren les llevó a Giessen, junto con Wilhelm.

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Steigenberger Hotel Bad Homburg

Wilhelm protestó durante todo el viaje y sus compañeras tuvieron que afrentarse a las quejas de los demás pasajeros, pero en cuanto llegaron a Giessen ¡recibieron un tratamiento de cine!. Una limusina negra les llevó al mejor hotel (arriba) de la ciudad, donde disfrutaron de una enorme suite. Wilhelm afortunadamente se portó bastante bien cuando el director de la asociación lo presentó a su público en el congreso.

Hildegard y Elfriede fueron entrevistadas por unos expertos sobre sus métodos para aclarar el pelo del gato y el público les hizo muchas preguntas que contestaron una a una, a pesar de que se encontraban algo nerviosas ante tanta atención.

De vuelta en el tren, Elfriede cogió la mano de Hildegard y la miro y le dijo: –“Muchas gracias, siento haber estado tan dura contigo”, –“no te preocupes” sonrió Hildegard. –“Cuando vas a seguir con el shiburi este?” le preguntó Elfriede, –“El shibori?, No lo sé, Elfriede, creo que me lo voy a tomar con calma.” Le contestó Hildegard, –“pues no te preocupes hija, paso a paso”.

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Huellas azules
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