La indumentaria y los textiles son una parte fundamental del día a día de las personas y constituyen un importante sector dentro de la economía global. Analizamos el papel que juega el origen de los materiales.

Imagen de portada de tejidos propia.

Por el Equipo Slow Fashion Next.

Es difícil imaginar un mundo sin tejidos: casi todas las personas se visten con prendas de diferentes tipos y en la mayoría de los casos, estas son una expresión de la individualidad de cada ser.

Anualmente, según datos publicados en el informe “A New Textiles Economy: Redesigning Fashion’s Future” 2017 de la Ellen MacArthur Foundation, la moda representa más del 60% del total de los tejidos utilizados a nivel mundial y en los últimos 15 años ha duplicado su volumen, superando los 100.000 millones de prendas anuales.

Sin embargo, el uso que se da a cada una de estas prendas es año tras año menor. Mientras se duplicaba su producción, el número de veces que una prenda era usada descendía un 36% en los últimos 15 años.

La conclusión es sencilla: Tenemos más ropa y la usamos mucho menos, pero ¿qué pasa con los materiales que la forman? Aproximadamente el 60% de los tejidos que se utilizan en moda son de poliéster, mientras que el otro 30-40% lo constituyen tejidos de algodón, si bien sólo el 0,8% de estos proceden de cultivos ecológicos. Y según datos del mismo informe, el 73% de los materiales procedentes de la industria de la moda termina en un vertedero o siendo incinerados.

Hoy vamos a hablar de la importancia de dos de los términos más extendidos en el cuidado del medio ambiente y que también son relevantes en el mundo de la moda: reciclable y reciclado, ¿dónde está la diferencia?

Un material reciclable es aquel que permite ser reutilizado para la fabricación de otro objeto una vez descartado. Por ejemplo, el vidrio es un material reciclable ya que permite su reutilización para producir nuevos productos a partir de un proceso de transformación.

Por su parte, un material reciclado es aquel que ha sido fabricado empleando como materia prima otro material que ya había sido utilizado previamente y al que se le da una segunda vida.

Sin embargo, es muy interesante comprender que todos los materiales forman parte de un sistema mayor en el que cada uno de ellos puede ser un nutriente o eslabón en una cadena que puede ser de dos tipos según su naturaleza: tecnológica o biológica.

Skunkfunk emplea en su producción hilo reciclado a partir de residuos postconsumo. Crédito: propia.

Esta teoría, desarrollada por el químico Michael Braungart junto con el arquitecto Bill McDonough y registrado bajo el término Cradle to Cradle (“de la cuna a la cuna”), se centra en el desarrollo de productos diseñados de forma eficiente para reducir los impactos negativos que tiene el consumo a través del uso inteligente de los materiales, y es que el 80% del impacto medioambiental que tiene un producto se puede reducir en su fase de diseño. De este impacto medioambiental, se puede reducir casi la mitad sólo a través de la elección de los materiales correctos.

La metodología de diseño Cradle to Cradle toma los procesos propios de la naturaleza en su ciclo biológico para desarrollar su análogo tecnológico de materiales industriales, de forma que los componentes de los productos son diseñados para garantizar la recuperación y reutilización continuada de los mismos, eliminando el concepto de residuo, y respetando el equilibrio de los sistemas humanos y naturales implicados en la producción de dichos bienes, gracias también al uso de energías renovables en el proceso de producción.

La creación y el desarrollo de nuevos sistemas que aboguen por una economía circular nos permitirá implementar la innovación para reducir los residuos y minimizar el impacto negativo de la industria transformando su modelo lineal en uno regenerativo y restaurador que permita el surgimiento de nuevos modelos empresariales y formas de propiedad.

Pantalones vaqueros reconvertidos en tejidos de punto. Crédito: propia.

Es el caso de empresas como Skunkfunk o Ecoalf, que emplean residuos como botellas de plástico PET o restos textiles postconsumo para producir nuevos materiales con los que confeccionar nuevas prendas.

Todos estos avances están apoyados por certificaciones como la de Textile Exchange, que a través de la norma Global Recycled Standard, pensada para empresas que fabrican o venden productos con contenido de material reciclado. La norma abarca toda la cadena de suministro y tiene en cuenta la trazabilidad, aspectos ambientales, responsabilidad social y etiquetado. Aunque fue desarrollada para la industria textil, GRS también puede ser aplicado a productos de cualquier sector.

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