Si no existiera la fotografía de moda artística y manipulada, la moda no tendría la capacidad de poder que posee actualmente

Por Laura Martínez Hortal, colaboradora de Slow Fashion Next y Directora de la Revista Gansos Salvajes.

Porque en esta sociedad globalizada lo más importante es la imagen que nos ha invadido por completo: televisión, cine, internet –Instagram, Facebook…-, aparatos lúdicos audiovisuales –play station, wii…- y de comunicación móvil. Pero esta imagen no es lo real, es una determinada construcción de la realidad y su conocimiento implica poder. Hoy te proponemos que pienses hasta qué punto la imagen nos ha construido para ser como desean que seamos, hoy te propongo que pienses en cómo construirte a ti, más allá de la imagen que te proyectan de cómo debes de ser. Y para ello, hablaremos de la fotografía de moda y sus tentaciones.

La fotografía construye un significado, construye un mundo o unos mundos que derivan de la realidad o que crean una realidad deseada por el consumidor: aquí radica la importancia de lo visual, de la fotografía como medio de manipulación e igualación con lo verdadero y lo peligroso de su utilización para fines lucrativos más allá de unos límites éticos.

Si hacemos un recorrido por la historia de la fotografía de moda podemos constatar una verdad terrible: la mujer ha sido y es un objeto de manipulación consumible basada en estereotipos masculinos que oscilan entre dos polos:

1. La mujer madre, esposa, hogareña, recatada del sueño americano de los años 50, el ángel del hogar.

2. La mujer como objeto de deseo oculto y de los placeres más prohibidos, masculinos evidentemente: la femme fatale, el demonio lascivo.

Esto deriva en fotografías estereotipadas que reproducen una visión de la mujer perpetuada que nunca, repito nunca, es cuestionada, sino que se oculta en visiones más o menos suavizadas o justificadas en cada época.

Estos modelos se encuentran, incluso, en las mujeres fotógrafas, como en el caso de Ellen von Unwerth y sus imágenes de esclavitud sexual provocadora. Sí, provocadora para los sujetos masculinos y configuradora para los sujetos femeninos que naturalizan un tipo de mujer.

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FOTO: Ellen von Humbert, Sang Bleu2

O de Dominique Issermann y su Laetitia Casta, tan casta y tan pura como todos los hombres desean; sí, belleza desnuda, pero también algo más que se mantiene latente y que no se oculta: la sexualidad y el deseo –y no nos referimos a la libertad sexual alcanzada, sino a la sexualidad no liberada-.

Este modelo femenino no ha sido superado con la supuesta igualdad de sexos tan moderna y abanderada de nuestro tiempo, sino que ha generado que lo masculino adopte el mismo papel de sumisión a la sexualidad -¿dónde quedará el interior de los sentimientos profundos?-. Este es el colmo de la igualdad para la sociedad capitalista, el objeto ya no es sólo la mujer, sino que también es el hombre ¡Viva la igualdad! ¡Ahora todos podemos dominar y ejercer la violencia! La mujer accede al campo laboral, posee dinero, es independiente pero mantiene los roles de poder: ahora ella es la que compra la carnalidad masculina.

La moda es imagen y, por tanto, fotografía. Nuestro cerebro se está acostumbrado a pensar visualmente cada vez de modo más superficial y nosotros inconscientemente creamos una realidad a través de las imágenes que nos bombardean diariamente. La imagen de la realidad está sustituyendo a la realidad. Nunca podremos ser como las modelos de las fotografías de las revistas de moda, nunca, porque no somos una imagen manipulada por programas de diseño, sino seres reales o cada vez menos reales y más virtuales gracias a Facebook, watsapp… Un teatro virtual que se amolda a cada década según las necesidad (la sencillez de los años 60 y los movimientos hippies, la sofistificación de los 80 y los movimientos punk y rock), asociando ideas simplistas (moda seria, invierno, otoño; y moda alegre, primavera, verano; por tanto, tenedlo en cuenta, no se puede ser feliz en otoño o en invierno) y evocando un deseo para una finalidad: el consumo del objeto y el enriquecimiento a través de la ensoñación o lo poético libertario o a través de lo crudo y bizarro sexualmente. Lástima que fuera mentira tanta belleza.

La ventaja y la fatalidad de la fotografía de moda radica en su uso espurio y mercantilista como creación de máscaras y roles en una sociedad desintegrada o sobreestimulada a partir del capitalismo y el neoliberalismo cínico donde todo vale – véanse las fotografías de LaChapelle y sus excesos neobarrocos, baste la pornografía denigrante en su visión de la mujer de Helmut Nweton.

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FOTO: David Lachapelle, Naomi Campbell

O los ejemplos de excentricidad enfermiza de Lagerfeld-.

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FOTO: Karl Lagerfeld, Calendario Pirelli, 2011

Pero, claro, nos encontramos en una lógica de sucesión vertiginosa, de velocidad de temporadas que van quemándose y desligándose en la novedad sin fin, en la para siempre primavera: muere joven y deja un cadáver hermoso.

¿Hasta cuándo y hasta dónde? Urge la necesidad de una ética estética cuando se comercia con la ilusión, el sentimiento y, en suma, la felicidad del ser humano porque… ¿La belleza de la muerte, la violencia, la superficialidad o el sexo nos harán éticamente mejores, serenamente más felices?

En estos tiempos en los que todos somos generadores y divulgadores de imágenes es tentador llamar la atención apelando a la violencia y a los instintos. El gran reto de nuestro tiempo es la conciencia. Generar imágenes creativas y capaces de transmitir belleza sin manipular, ni violentar a través de las imágenes es lo que tratamos de hacer en los editoriales de moda sostenible de Gansos Salvajes Magazine.

“La belleza puede ser vista en todas las cosas, ver y componer esa belleza es lo que separa una simple captura de la fotografía.“ Matt Hardy

Nota: Todas las fotos de éste artículo son libres de derechos de imagen.

Foto de Portada: Helmut Newton.

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